El pasado 30 de agosto nos dejó "uno de los grandes", el neurólogo y escritor británico Oliver Sacks.
Como homenaje propongo la lectura de dos de sus libros: " El tío Tungsteno" y "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero".
En el primero nos cuenta su infancia en Londres, su vida familiar, sus aficiones científicas y sus ensoñaciones sobre el mundo que esperaba.
Los padres de Sacks eran médicos judíos y vivían en una enorme casa siempre llena de invitados y familiares en la que se respiraba un ambiente científico.
Oliver Sacks siente pasión por la química y nos cuenta su afición a los experimentos científicos que realiza con pocas precauciones. En el libro nos explica su entusiasmo por la tabla periódica, ese prodigio que ordena todos los elementos de la naturaleza y explica sus propiedades.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial es alejado de Londres para evitar los bombardeos alemanes e internado en un colegio donde sufrió un trato vejatorio. En este entorno hostil Sacks se aferra al estudio de las Ciencias donde las normas son claras y controlables.
A pesar de su timidez no se convirtió en un observador frío y teórico sino que es una persona enormemente humana y muy empática como demuestra en el otro libro que recomiendo.
En "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero" describe a pacientes que lidiaban con diferentes síndromes como el autismo, la epilepsia, el elefantismo, la esquizofrenia, el alzheimer...
Una de las historias clínicas de este libro se titula "Los gemelos" y nos habla de unos hermanos con gran capacidad para calcular que día de la semana le corresponde a cualquier fecha pasada o futura y una memoria excepcional para los números pero que sin embargo no son capaces de hacer bien una suma o una resta sencillas. Se les separó para favorecer su integración social y perdieron la felicidad que les proporcionaban sus juegos numéricos.
En el mes de febrero tras anunciarle que tenía un cáncer terminal escribió una carta de despedida de la que he copiado el siguiente fragmento:
"Cuando las personas mueren, no pueden ser reemplazadas. Dejan un agujero que no se puede llenar por cuanto es el destino -genético y humano- de cada ser humano el ser único, encontrar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte".
Así es, Sacks, como el resto de nosotros, no podrá ser reemplazado pero nos ha dejado un gran legado.
Espero con ilusión que se publique en noviembre la segunda parte de su biografía "En movimiento" para conocer un poco mas a este gran hombre.
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