martes, 8 de marzo de 2016

SOFIA KOVALEVSKAYA



Para celebrar el día de la Mujer Trabajadora he decidido hablaros de Sofia Kovalevskaya, una matemática a la que admiro por su inteligencia, su valentía y su gran pasión por aprender.

Sofía Kovalevskaya (Rusia 1850 - Suecia 1891) nació en el seno de una familia burguesa de abundantes recursos económicos y proclive a la actividad intelectual. A pesar de ello, cuando se mencionó en casa el talento de Sofía para las matemáticas, su padre, a quien horrorizaban las mujeres sabias, decidió interrumpir las clases de matemáticas de su hija que a partir de ese momento estudiaba Álgebra cuando el resto de la familia dormía.

Para poder burlar las leyes que establecían que las mujeres no podían hacer prácticamente nada sin el permiso de sus padres o maridos se casó con el paleontólogo Vladimir Kovaleysky, un "matrimonio de conveniencia" que la permitiría  estudiar matemáticas, trabajar, y viajar sin trabas.

En 1869, Kovalevskaya ingresó en la Universidad de Heidelberg en Alemania, donde pudo asistir a las clases como oyente. Dos años después se mudó a Berlín donde tuvo que tomar clases particulares porque no la dejaban acudir de oyente  a las clases de la Universidad.

En 1874 obtuvo su doctorado en matemáticas siendo la primera mujer que conseguía dicho título.

En 1884 logró un puesto como docente en la Universidad de Estocolmo.

Su gran momento llegó en 1888 cuando logró el prestigioso Premio Bordin de matemáticas, siendo la primera mujer que lo lograba. Dicho premio lo consiguió por resolver las ecuaciones de Euler "sobre la rotación de un sólido pesado alrededor de un punto fijo", un problema que traía de cabeza a los mejores matemáticos desde hacía años.

En 1891, con solo 41 años de edad falleció de una neumonía en Estocolmo. Tras su muerte su fama creció llegando a convertirse casi en un mito.

Además de su trabajo matemático Sofía escribió artículos de divulgación científica, teatro e incluso publicó dos novelas: "Memorias de juventud" y "Mujer nihilista" ya que consideraba que la divulgación era una actividad revolucionaria, una manera de dotar de "armas" a las clases populares.




Para terminar quiero recomendaros la lectura de un cuento de la premio Nobel Alice Munro, incluido en su libro "Demasiada Felicidad" que recrea el peregrinaje por Europa de la matemática en busca de una universidad que admitiera mujeres como profesoras.




¡ FELIZ DÍA!

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